jueves, 24 de marzo de 2016

En mi no creer



            Pasan los años y siempre,  en jueves Santo,  me despierto con la sensación de ser un costalero del recuerdo, un deudor de la emoción y un penitente feliz del sentimiento.
            En mi no creer, cada jueves Santo, creo en lo que me hace latir el corazón, en lo que recorre mis sentidos dejando mi corazón en un medio camino entre el cielo y el paso donde estará nuestra amiga, su adorada Macarena.
            Hoy repitiendo el ritual, buscaré mis gastadas zapatillas de deporte para tirar de su silla de plata, haciendo girar sus cansadas ruedas por una calle Toledo que se muestra inmisericorde con las citas aplazadas. 


            Será el día en que el despertador del cielo habrá sonado para mi padre para recordarle su cita a las doce de la noche. Sonreiremos, estiraré las piernas y prepararé mi espalda para empujar su silla de ruedas que ahora flota entre las nubes. Tomaré su mano como hacíamos siempre, nos pondremos en la barandilla del cielo para contener la emoción cuando nuestra Macarena nos mire y sonría por nuestro agradecido esfuerzo. Hemos clavado rodillas ya tantas y tantas veces juntos que por una más hoy daría cualquier cosa.
            Hoy como siempre me sentiré feliz en mi recuerdo por tantas veces ser las piernas de mi padre, por cada gota de sudor que saltó de mi frente y por las sonrisas que compartimos cuando logramos coronar las cumbres.
            Dentro de mi no creer, no vamos a ver a la Virgen Macarena, voy a ver a una amiga. Hoy mi Macarena, no existirá ningún vacío pues él está a mi lado. Allí estará como siempre con la sonrisa de un niño que se emociona por primera vez y, el corazón lleno de amor hacia la que siempre nos escuchó, a la que supo explicarme en mi no creer por qué debía creer en ella, por qué debía sentirme tranquilo llegado el momento pues ella le acogería en sus brazos.
            Hoy deberás disculparme mi amiga si como siempre te llamo guapa, si siento la mano agarrada de mi padre y si la emoción me aprieta el corazón al ver tu paz y tus lágrimas.
            Cada jueves Santo, repito el camino con olores a incienso abriéndome paso entre penitentes hasta llegar a verte llegar de la mano del Gran Poder. Ese camino de velas encendidas que baila el caminar cansado de un Jesús donde mi socio, mi amigo, mi todo Ángel, llevó en su fajín de costalero la salud de todos nosotros con la sonrisa del que sabe que las cosas buenas siempre tienen su premio.¡Qué gran labor llevar sobre tus hombros un trozo de cielo!.
            Hoy mi Macarena allí estaré, esperando en nuestra esquina, con mi familia y mi padre que tomará un día de descanso en el cielo para bajar a decirte cuánto te queremos.
            Un día mi amiga te pedí por él y pese a todos, lo ayudaste. Aquel día  de tristeza te volví a pedir y, en tu manto te lo llevaste. Hoy está aquí, sonriendo mientras empujo con fuerza su silla para llegar a la cita. Hoy en mi no creer, acariciaré la cara de mi padre mientras con todo el sentimiento digo: ¡en ti si creo!.

viernes, 18 de marzo de 2016

Polizón de tu alma



            Se apresuró a correr a aquel puerto desconocido donde la mar se convertía en aventura y los pensamientos en leyendas.
            Miró a un lado y a otro sin encontrar vigilancia, traspasando las puertas abiertas y francas para las caricias que, nunca había sentido en la bajamar de los alocados suspiros. Subió saltando cada uno de los escalones, con el corazón gritando pasión como un polizón que se cuela en tus sueños cuando se apodera de tus sentidos. 


            Se acomodó en el camarote donde la luz es ámbar y, el olor de almizcle, desató el fuego de unos cuerpos ávidos de vida y perdidos en el océano de la lujuria. Las sábanas se convirtieron en piel y, el sudor, en caricias cuando sus gotas resbalaban por el pecho trocado en delirio que ardía vivo como las brasas.
            El viento arreciaba contra los trinquetes. inflando las dimensiones inabarcables de un beso y, pronto se convirtió en calma, en sosiego que aplacaba los suspiros convirtiéndolos en brisa.
            Un día se encontró perdido en la inmensidad de su abrazo, olvidado como un poema de juventud o como un corazón dibujado a navaja en un árbol. Comprendió que aquel amor había desaparecido, se había declarado ausente y ni las estrellas eran capaces de marcar su dirección. Era el momento de volver a recoger sus caricias, sus anhelos, sus suspiros y ser de nuevo un polizón, volver a recorrer los puertos detrás de un aroma y emocionarse ante el sonido de una bocina en la niebla avisando de la llegada de un nuevo barco.
            Sí, es cierto, estaba de nuevo solo, regresaba a la bruma de la noche, pero no estaba vencido.
            Todo un petate lleno de emociones, es el mejor equipaje para aquel que se enfrenta a la oscuridad, con la certeza de todo lo ganado en vez de la sensación de todo lo perdido. Miraba a la noche y sonreía pues se había desvanecido ante sus labios un barco, abriéndose ante sus pies toda una vida.

lunes, 14 de marzo de 2016

Derecho a soñar



            Hay que tener los pies muy bien asentados en la tierra para soñar. Hay que reivindicar como clamaba Eduardo Galeano, el derecho a soñar, a sentirnos más allá de la cruda realidad, a volar sin alas por encima de un mundo de barro que pretende fraguarse con la realidad cruda de la verdad única. 


            A veces es deseable sentarse a mirar el viento, a oler las estrellas o acariciar el sol. Sentir que el mundo puede detenerse unos instantes, mientras hacemos aquello que resulta más provechoso para nuestra alma: ¡vivir!.
            Los que en alguna ocasión nos hemos sentido sorprendidos y absortos mirando el mar, podemos comprender que detrás de una ola no viene nunca otra. Después de una ola llega la espuma, llega la idea de hasta dónde llegará o si borrará aquellos corazones dibujados en la orilla que, desaparecen como los amantes furtivos después de lograr su ansiado beso. Si en tu mente sólo existe la sucesión de olas del mar, tampoco podrán existir la magia de un atardecer o la emoción de dibujar con tus dedos la estela de una estrella fugaz.
            No existe el calor sin el frío como tampoco existe la realidad sin el sueño, sin cabalgar en una nube o, descender por las curvas de una espalda mientras tiembla la piel bajo la caricia de unos labios.
            Reivindico mi derecho a soñar, reivindico mi derecho a pensar que no todo tiene lógica y que las emociones son cada vez más humanas, abriéndose como una Dama de noche que desprende a la bruma su aroma, para seducir tus sentidos como la caricia que se ve con los ojos cerrados recorriéndote el alma.

martes, 8 de marzo de 2016

Soñar en defensa propia



            Aprendió a caminar de su mano buscando el alba, al calor de sus manos y de la llama de su sonrisa, cuando arreciaba la lluvia en las tardes de primavera. 


            Se sorprendió al sentir su piel estremecerse bajo el abrazo de sus ojos, cuando el espacio de un abrazo deja el cuerpo mecerse hasta el filo del insondable abismo del deseo.
            ¿Qué importa si las sensaciones y las emociones duran más o menos tiempo?, ¿qué importa si un beso durará lo que una estrella fugaz?, ¿qué importa si ese beso durará toda la vida?.
            Cuando no quedaron más pétalos ni suspiros, comprendió que los instantes pasan como los trenes lejanos que se ven cuando ya están distantes camino de las brumas.
             Miró sus manos y comprendió el mensaje que dibujaban las líneas ajadas de tanto ocultar su rostro: ¡siente!, ¡vive!, ¡sueña!. 


            El cerrar los ojos al besar, se inventó por una estrella enamorada que danzó entre el parnaso de palabras enloquecidas y náyades extasiadas, mientras con su mano extendida acariciaba la luna. 

            Soñar es un gran acto de protesta emocional ante una vida con explicación lógica para todo.