Pasan los años y siempre, en jueves Santo, me despierto con la sensación de ser un
costalero del recuerdo, un deudor de la emoción y un penitente feliz del
sentimiento.
En mi no creer, cada jueves Santo, creo en lo que me hace latir el
corazón, en lo que recorre mis sentidos dejando mi corazón en un medio camino
entre el cielo y el paso donde estará nuestra amiga, su adorada Macarena.
Hoy repitiendo el ritual, buscaré mis
gastadas zapatillas de deporte para tirar de su silla de plata, haciendo girar
sus cansadas ruedas por una calle Toledo que se muestra inmisericorde con las
citas aplazadas.
Será el día en que el despertador del
cielo habrá sonado para mi padre para recordarle su cita a las doce de la
noche. Sonreiremos, estiraré las piernas y prepararé mi espalda para empujar su
silla de ruedas que ahora flota entre las nubes. Tomaré su mano como hacíamos
siempre, nos pondremos en la barandilla del cielo para contener la emoción
cuando nuestra Macarena nos mire y
sonría por nuestro agradecido esfuerzo. Hemos clavado rodillas ya tantas y
tantas veces juntos que por una más hoy daría cualquier cosa.
Hoy como siempre me sentiré feliz en
mi recuerdo por tantas veces ser las piernas de mi padre, por cada gota de
sudor que saltó de mi frente y por las sonrisas que compartimos cuando logramos
coronar las cumbres.
Dentro de mi no creer, no vamos a ver a la Virgen Macarena, voy a ver a una amiga. Hoy mi Macarena, no existirá
ningún vacío pues él está a mi lado. Allí estará como siempre con la sonrisa de
un niño que se emociona por primera vez y, el corazón lleno de amor hacia la
que siempre nos escuchó, a la que supo explicarme en mi no creer por qué debía creer en ella, por qué debía sentirme
tranquilo llegado el momento pues ella le acogería en sus brazos.
Hoy deberás disculparme mi amiga si
como siempre te llamo guapa, si
siento la mano agarrada de mi padre y si la emoción me aprieta el corazón al
ver tu paz y tus lágrimas.
Cada jueves Santo, repito el camino
con olores a incienso abriéndome paso entre penitentes hasta llegar a verte
llegar de la mano del Gran Poder. Ese camino de velas encendidas que baila el
caminar cansado de un Jesús donde mi socio,
mi amigo, mi todo Ángel, llevó en su fajín de costalero la
salud de todos nosotros con la sonrisa del que sabe que las cosas buenas
siempre tienen su premio.¡Qué gran labor llevar sobre tus hombros un trozo de cielo!.
Hoy mi Macarena allí estaré,
esperando en nuestra esquina, con mi familia y mi padre que tomará un día de
descanso en el cielo para bajar a decirte cuánto te queremos.
Un día mi amiga te pedí por él y pese
a todos, lo ayudaste. Aquel día de
tristeza te volví a pedir y, en tu manto te lo llevaste. Hoy está aquí,
sonriendo mientras empujo con fuerza su silla para llegar a la cita. Hoy en mi no creer, acariciaré la cara de mi
padre mientras con todo el sentimiento digo: ¡en ti si creo!.