Mi amigo
Ricardo era tan anciano que no paraba de reír.
Mi
amigo Ricardo sacaba siempre de mí la mejor sonrisa que, yo siempre correspondía
con todo el cariño de mi alma.
Cuando
llegaba el buen tiempo, nos sentábamos en la terraza cercana a la consulta cambiando
la psicología por una buena cerveza, dando los dos como cierto que a veces la reestructuración
cognitiva podía llevar espuma y aceitunas de anchoa.
Me
encantaba escuchar a una persona en silla de ruedas hablar de “velocidad”, “tomar
curvas” y “maniobras”, pues al fin y al cabo me recordaba a mi padre. Quizás
por que eran amigos y los dos compartieron “medio de transporte” disfrutaba
tanto de su compañía.
¡Sí,
era mi paciente!, pero eso fue el tiempo necesario que se necesita para entrar
en el corazón de una persona y considerarlo también amigo.
A
veces no lo entendía bien por su problema de expresión, pero no lo necesitaba,
su sonrisa decía todo aquello a lo que no llegaban las palabras llenando mi
mente de mensajes que no podré nunca olvidar.
Mi
amigo Ricardo era tan anciano que era feliz. Se esforzaba a cada instante por
ver la vida por el mejor ángulo posible, por entender que no son los años sino
la actitud la que te hace “viejo” y que muchos jóvenes nunca serán tan jóvenes
como él lo era.
Mi
amigo Ricardo tenía nuevos planes cada día. Algunas veces me decía que soñaba
ilusiones en la sala del hospital cuando estaba ingresado y que al salir ponía
todo su empeño en conseguirlo.
Mi
amigo Ricardo venía a verme como Psicólogo y creo que nunca pude agradecer toda
la enseñanza que me dio, es más, creo que todo era una excusa para seguir una
amistad en la que dos soñadores laboriosos nos encontrábamos para hablar “de
todo menos de fútbol”….ese era el trato…
Hoy
le habría tocado venir a consulta a mi amigo Ricardo, pero falleció hace unos días….hoy
dejo el hueco vacío en tu honor mi amigo y levanto una cerveza hacia el cielo, en
soledad, en tu recuerdo, con todo el orgullo.
Qué
suerte Ricardo el conocerte, que suerte mi amigo el aprender que la vida no es
cuestión de años sino de instantes, que suerte mi amigo el poder empujar tu silla de ruedas fabricada de
sonrisas y abrazos.
En tu nuevo hogar mi amigo, allá en
el cielo, no olvides dar muchos recuerdos y elevar un brindis entre mi padre y
tú por los que sentimos el honor de aprender de unos seres fabricados de vida.
Cada
Martes mi amigo, te estaré esperando en mis sueños.